LA METAMORFOSIS
Capitulo 1
(Kafka, 2008)Cuando Gregorio Samsa despertó una mañana tras un sueño inquieto, se encontró en su cama convertido en un horrible bicho. Yacía sobre el duro caparazón de su espalda, y veía, al alzar un poco la cabeza, su vientre arqueado y oscuro, surcado por curvadas callosidades cuya prominencia apenas podía aun sostener la concha, que estaba ya a punto de escurrirse hasta el suelo.
Muchas patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor del resto de su cuerpo, le centellaban desesperadas ante los ojos.
"¿Qué me ha sucedido?", pensó.
No eras un sueño. Su habitación, una habitación humana de verdad, aunque demasiado estrecha, aparecía como ordinario, entre sus cuatro bien conocidas paredes. Por encima de la mesa, sobre la cual estaba esparcido un muestrario de paños __Samsa era viajante de comercio__, colgaba de la imagen que recortara hacia poco de una revista ilustrada y colocara en un lindo marco decorado.
Representaba una dama con gorro de piel, envuelta en una boa también de piel, y que, muy erguida, alzaba contra el espectador un amplio manguito, igualmente de piel, dentro del cual desaparecía todo un antebrazo.
Gregorio dirigió luego la vista hacia la ventana, y el tiempo nublado __se sentían repiquetear en el cinc del alféizar las gotas de lluvia__ le infundió una gran melancolía. "Bueno __pensó__; ¿Qué tal si yo siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas las fantasías?" pero esto era totalmente irrealizable, porque tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual estado no le permitía adoptar esa postura.
Aunque se empeñara en volcarse sobre el laso derecho, forzosamente volvía a caer de espalda.
Cien veces intentaría en vano esta operación; cerro los ojos para no tener que ver aquel agitarse de las piernas, que no cesó hasta que un dolor antes jamás sentido, lene y punzante al mismo tiempo, comenzó a aquejarle en el costado.
"¡Ay Dios! __pensó__. ¡Qué agotadora profesión he elegido! Un día tras otro siempre de viaje. La preocupación de los negocios es mucho mayor cuando se trabaja fuera que si se trabaja en el mismo almacén , y no hablaremos de esta plaga de los viajes: cuidarse de los enlaces de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian con frecuencia, que no duran nunca, que no llegan nunca a ser verdaderamente cordiales. ¡Al diablo con todo eso!".
Sintió una ligera picazón en el vientre. Se estiró poco a poco sobre la espalda, alargándose lentamente hacia la cabecera, a fin de poder alzar mejor la cabeza. Vio que el sitio que le escocía estaba cubierto de unos puntitos blancos que no supo explicarse. Quiso aliviarse tocando el lugar del escozor con una pierna; pero la retiró de inmediato, pues el roce le producía escalofríos.
Se desperezó en su posición primitiva.
"estas madrugadas __se dijo__ lo entontecen a uno por completo. El hombre necesita dormir lo justo. Hay viajantes que se dan una vida de odaliscas. Cuando a media mañana regreso de la pensión para anotar los pedidos, me encuentro a estos señores sentados, tomándose el desayuno. Debería intentarlo yo con mi jefe; me pondría de patitas en la calle.
Y ¿Quién sabe si esto no sería para mí lo más conveniente? Si no fuera por mis padres, ya hace tiempo que habría renunciado, me hubiera presentado ante el jefe y, con toda mi alma, le habría manifestado mi modo de pensar. ¡Debería haberse caído del pupitre! También tiene lo suyo eso de sentarse ante el pupitre y hablar desde aquella altura a los empleados, que, como él es sordo, deben acercarse mucho.
Bueno, la esperanza no esta aun completamente perdida; en cuanto tenga ruñida la cantidad necesaria para pagarle la duda de mis padres __unos cinco o seis años todavía__, ¡qué si lo hago! Y entonces si que hacer es levantarme, que el tren sale a las cinco".
Volvió los ojos hacia el despertador, que hacia su tictac encima del velador.
"¡Santo Dios!", exclamó para sí.
Eran las seis y media, y las manecillas seguían avanzando tranquilamente. Es decir, ya era más; las manecillas estaban en menos cuarto. ¿A caso no había sonado el despertador? Desde la cama podía verse que estaba puesto efectivamente, en las cuatro; por lo tanto, tenia que haber sonado.
Más ¿era posible seguir durmiendo impertérrito, a pesar de aquel sonido que conmovía asta los propios muebles? Su sueño no había sido tranquilo, pero, por lo mismo, probablemente tanto mas profundo. ¿Y que debía hacer el ahora? El tren siguiente salía a las siete; para tomarlo era preciso darse una prisa loca, el muestrario no estaba aun empaquetado y, por ultimo, el mismo no se sentía nada dispuesto.
Además, aunque alcance el tren, no por ello evitaría la escena del amo, pues el mozo del almacén, que habría esta do para el tren de las cinco, debía de haber dado cuenta qué rato su falta. Era el tal mozo una hechura del amo, sin dignidad ni entendimiento. Y ¿Si dijese que estaba enfermo?
Pero esto, fuera de ser muy penoso, infundiría sospechas, pues Gregorio en los cinco años que llevaba empleado, no había estado enfermo ni una sola vez.
Vendría de seguro el jefe con el medico de la caja, se desataría en reproches delante de los padres respecto a la holgazanería del hijo y cortaría todas las objeciones alegando el dictamen del medico, para quien todos los hombres siempre están sanos y solo tienen horror al trabajo.
Y en este caso, ¿no tendría un poco de razón? Salvo cierta somnolencia, verdaderamente superflua después de tan prolongado sueño, Gregorio se sentía bastante bien y con un hambre particularmente fuerte.
Mientras pensaba todo esto con al mayor rapidez, sin poderse decidir a abandonar el lecho __justo el despertador daba las siete menos cuarto__, llamaron cuidadosamente la puerta que estaba en la cabecera de la cama.
-Gregorio - dijo una voz, la de la madre __, son el siete menos cuarto. ¿No ibas a salir de viaje? ¡Que voz tan suave! Gregorio se asusto a oír la suya propia, que era inconfundible la de siempre, pero que salía mezclada con un doloroso e irreprimible pitido, en el cual las palabras, al principio claras, se confundían luego, razonando de modo que no estaba uno seguro de hablarlas oído.
Gregorio hubiera querido contestar extensamente, explicarlo todo; pero en vista de ello se limito a decir:
__Si, si. Gracias, madre. Ya me levanto.
Debido a la puerta de madera la mutación de la vos de Gregorio no debió de notarse, la madre se tranquilos con esta respuesta y se alejo. Pero este corto dialogo hizo saber a los demás miembros de la familia que Gregorio, contrariamente a lo esperado, estaba todavía en casa. Luego golpeó el padre en la puerta latera, despacio, pero con el puño.
__Gregorio, Gregorio, ¿Qué sucede? __y después de un poco rato volvió a insistir, agravando la voz __: ¡Gregorio, Gregorio!
Mientras tanto, detrás de otra puerta, la hermana se lamentaba suavemente:
__Gregorio, ¿no estas bien? ¿Necesitas algo? __ya estoy listo __ respondió Gregorio a ambos a un tiempo, reforzándose en pronunciar y hablando con gran lentitud, para disimular el sonido extraño de su voz.
El padre volvió al desayuno, pero la hermana siguió musitando:
__abre, Gregorio, te lo suplico.
En lo cual no pensaba en absoluto Gregorio, felicitándose, por el contrario, que aquella precaución suya __ habitó contraído en los viajes __ de encerrarse en su cuarto por la noche aun en su propia casa.
Lo primero era levantarse con calma, arreglarse sin ser importunado y, sobre todo, desayunar.
Solo después de efectuado todo esto meditaría lo demás pues de zofra comprendía que en la cama no podía pensar en buena forma. Recordaba haber sentido ya en frecuencia en la cama algún dolorcillo, producido sin duda por alguna postura incomoda, y que, una vez levantado, resultaba ser obra de su imaginación; y tenía curiosidad por haber como abrían de desvanecerse paulatinamente las imaginaciones de hoy.
Tampoco dudaba de lo mas mínimo de su cambio de su vos era tan solo el preludio de un resfriado mayúsculo, enfermedad profesional del viajante del comercio.
Arrojar la colcha lejos de si era cosa harto sencilla; le bastaría para ella con hincharse un poco y la colcha caía por si sola. Pero la dificultad esta en la extraordinaria anchura de Gregorio. Para incorporase, había necesitado de
los brazos y las manos, pero, en su lugar, tenia solo las innumerables papitas en constante agitación y que eran imposibles de controlar.
Si intentaba encoger alguna esta era la primera en estirarse; y si al fin lograba con esta pata el movimiento deseado, todas las demás trabajan como liberadas en febril y doloroso desorden. "no conviene estar de ocioso en la cama", se dijo Gregorio.
Primero trato de sacar de la cama la parte inferior del cuerpo, pero esta parte inferior, __la cual en pero no había visto todavía, y que, por lo tanto, le era imposible imaginarse mas o menos exactamente __resulto ser demasiado difícil de mover todo iba tan despacio.
Y cuando entonces, ya casi loco, concreto toda su energía y sin contemplaciones se arrastro hacia adelante, había calculado mal la dirección, dando se un golpe tremendo contra los pies de la cama, y el dolor que esto le produjo le demostró, con su agudeza, que aquella parte inferior de su cuerpo era quizá, precisamente en su nuevo estado, lo mas sensible.
Intento sacar primero la parte superior, y volvió con cuidado la cabeza hacia el borde del lecho. Esto no ofreció ninguna dificultad, y, no obstante su anchura y su peso el cuerpo entero siguió por fin, aunque lentamente, e movimiento iniciado por la cabeza.
Pero al verse con la cabeza colgando en el aire le entro miedo de continuar avanzando en igual forma, porque, dejándose caer así, era menester un verdadero milagro para sacar intacta la cabeza. Y ahora menos que nunca debía perder el sentido; antes prefería quedarse en la cama.
Sin embargo, después de realizar en un nuevo intento los mismos esfuerzos, acompañado de hondos suspiros, se hallo otra vez en la misma posición y volvió a ver sus patitas presas de una excitación mayar que antes, comprendió que no disponía de medio alguno para poner orden y serenidad en tal arbitrariedad, y volvió a pensar que no debía seguir en el lecho y que lo mas cuerdo era arriesgarlo todo, aunque tan solo existiera una ínfima esperanza de liberarse de allí.
Pero al mismo tiempo no olvidaba que mucho mejor que tomar decisiones desesperadas era reflexión tranquila y serena. En tales momentos, en lo posible, clavaba los ojos con fuerza en la ventana; mas, por desgracia, la vista de la niebla, que aquella mañana ocultaba incluso el lado opuesto de la calle, poca esperanza y escasos ánimos podía influirle. "las siete ya__ se dijo al oír de nuevo el despertador__.
¡Las siete ya, y todavía sigue la niebla!" durante unos instantes permaneció tendido, inmóvil y respirando despacio, como si esperase del silencio absoluto la vuelta del estadio verdadero y normal de las cosas.
Empero se dijo: "Antes que den las siete y cuarto es indispensable y que me haya levantado. Sin contar que entre tanto vendrá de seguro alguien del almacén a preguntar por mi, pues allí abren antes de las siete". Y se dispuso a salir de la cama, valansiandoce cuan largo era. Dejándose caer en esta forma, era probable que la cabeza, que tenia el firme propósito de mantener enérgicamente erguida, saliese sin daño alguno.
La espalda parecía ser suficientemente dura: nada le pasaría dar con ella en la alfombra. Únicamente le hacia vacilar el temor al estruendo que este había producido, y que sin duda originaria, detrás de cada puerta, cuando no un susto, por lo menos la inquietud. Pero debía intentarse.
Cuando Gregorio esta ya a media fuera de la cama__ el nuevo método mas parecía un juego que un trabajo, que solo implicaba en balancearse siempre hacia atrás__, pensó que todo era muy sencillo si alguien viniese en su ayuda.
Con dos personas robustas__ pensaba en su padre y la criada__ bastaría; no tendría que si no pasar los brazos debajo de su abombada espalda, desenfundarlo del lecho y, agachándose luego con la carga, pedirle solícitamente estirarse por completo en el suelo, en donde era de presumir que las patas demostrarían su razón de ser.
Ahora bien, y prescindiendo de que las puertas estaban cerradas, ¿le convenía en realidad pedir ayuda? Pese a lo difícil de su situación no pudo evitar una sonrisa.
Ya estaba tan avanzado, que el balancearse con mas fuerza apenas podía mantener el equilibrio, y muy lejos debía decidirse definitivamente, pues en cinco minutos iban a dar las ocho y cuarto; en esto tocaron la puerta de calle.
"seguramente es alguien del almacén", pensó Gregorio, quedando como paralizado mientras sus patas danzaban cada vez con mayor celeridad. Un momento todo permaneció en silencio: "no abren", pensó entonces, haciéndose a alguna descabellada esperanza.
Pero, como no podía dejar de suceder, se sintieron aproximarse las puertas pisadas de la criada. Le basto a Gregorio oír la primera palabra pronunciada por el visitante, para percatarse de quien era__ era el principal en persona. ¿Por qué estaría Gregorio condenado a trabajar en una casa en la cual la más mínima ausencia despertaba inmediatamente las más serias sospechas?
¿A caso los empleados, todos en general cada uno en particular no eran unos pillos?
¿a caso no podía se entre ellos algún hombre de bien, que después de perder aunque solo fuese un par de horas de la mañana, se volviese loca de remordimiento si no se hallaba en condiciones de abandonar la cama?
¿Acaso no bastaba por mandar a preguntar, por un mensajero, suponiendo que tuviese fundamento esa manía de averiguar, sino que era preciso que vienes el mismísimo principal a enterar a toda una inocente familia a que solo la tenia calidad para intervenir la investigación de tan sospechoso asunto?
Más bien sobrexcitado por estos pensamientos que ya decidido a ello, Gregorio se arrojo con tal violencia fuera del lecho. Se oye un golpe sordo, pero no era propiamente un estruendo.
La alfombra amortiguo la caída, mas la espalda tenía también mayor elasticidad de lo que Gregorio había supuesto, y esto hizo que el ruido fuera menos sospechoso que temía. Pero no tuvo cuidado de mantener la cabeza bastante erguida, hiriéndose; el dolor le hizo girarla y restregarla rabiosamente contra la alfombra.
__Algo a caído ahí dentro__ dijo el principal en la habitación de la izquierda.
Gregorio intento imaginarse que el principal pudiera sucederle algún día lo mismo que hoy al; la posibilidad de aquello no podía por cierto, negarse. Mas el principal, como contestando brutalmente a este suposición, dio con energía unos cuantos pasos por el cuarto vecino, haciendo crujir sus patines de charol.
Desde la habitación continua de la derecha la hermana comunico susurrando:
__Gregorio, ahí esta el principal.
"ya lo se" contesto Gregorio para si; pero no oso levantar la vos asta el punto de hacerse oír por su hermana.
__ Gregorio __ dijo por fin al padre desde la habitación continua de la izquierda __, Gregorio, ha venido el señor principal y pregunta porque no te marchaste en el primer tren. No sabemos lo que debemos contestarle. Además, desea hablar personalmente contigo, de modo que has el favor de abrir la puerta el señor principal tendrá la bondad de disculpar el desorden del cuarto.
__ ¡buenos días señor Samsa! __ llamo entonces amablemente el principal.
__no se encuentra bien dijo la madre a este ultimo mientras el padre continuaba hablando junto a la puerta __. No se siente bien, créame usted, señor principal. ¿Cómo, si no, iba Gregorio a perder el tren? Si el chico no tiene otra cosa en la cabeza más que el almacén. ¡Si casi me molesta que no salga ninguna noche!
Ahora, por ejemplo ha estado aquí ocho días; ¡ni una sola noche a salidado de casa! Se sienta con nosotros a la mesa, lee el periódico sin decir palabra o estudia itinerarios. Su única distracción consiste en trabajos de carpintería.
En dos o tres veladas a tallado un marquito. Cuando lo vea usted se va asombrar; es preciso. Ahí esta colgado, en su cuarto; ya lo vera usted en seguida, en cuanto habrá Gregorio. Por otra parte, me alegra verle a usted, señor principal, pues nosotros solos nunca hubiésemos podido convencer a Gregorio abrir la puerta. Es tan ¡testarudo! Tal vez o se encuentra bien, aunque en la mañana lo negara.
__Voy en seguida __ exclamo lentamente Gregorio, circunspecto y sin moverse para no perder palabra de la conversación.
__ De otro modo, no sabría explicármelo señora __ repuso el principal __. Es de esperar que no sea nada serio. Aunque, por otra parte no tengo más remedio que decir que nosotros, los comerciantes, desgraciada o afortunadamente, como se quiera, tenemos a la fuerza saber sufrir a menudo ligeras indisposiciones, anteponiendo todos los negocios.
__ Bueno __ pregunto el padre, impacientándose y volviendo a llamar a la puerta __: ¿puede entrar ya el señor principal?
__ No __ respondió Gregorio.
En la habitación contigua de la izquierda reino un silencio lleno de tristeza, y en la habitación contigua a la derecha comenzó a sollozar la hermana.
Pero ¿Por qué no iba este a reunirse con los demás? Verdad es que acaba de levantarse y ni siquiera había empezado a vestirse. Más ¿Por qué lloraba? Posiblemente porque el hermano no se levantaba porque no hacia pasar al principal, porque corría el peligro de perderse colocación, con lo cual el amo debería atormentar a los padres con la deudas de antaño.
Pero estas, por ahora, eran preocupaciones del todo gratuitas. Gregorio estaba todavía allí, y no pensaba ni remotamente en abandonar a los suyos. Por el momento, yacía sobre la alfombra y nadie que conociera el estado en que se encontraba habría pensado que podía hacer entrar a su cuarto al principal.
Sin embargo, esta pequeña descortesía, que mas adelante sabría de seguro explicar de forma satisfactoria, no era motivo suficiente para despedirle sin demora. Y Gregorio pensó que, por de pronto, mucho mejor que molestarle con llantos y discursos era dejarle en paz.
Pero la incertidumbre en la que se hallaba con respecto al era precisamente lo que oprimía a los otros, disculpando su actitud.
__ Señor samán __dijo, por fin, el principal con voz campanuda __, ¿Qué es lo que pasa? Se ha atrincherado usted en su habitación, no contesta mas que si o no, inquieta grava e inútilmente a sus padres, y, se ha dicho de paso, falta su obligación en el almacén de una manera de verdad inaudita.
Le hablo a usted aquí en nombre de sus padres y de su jefe, y le rego muy en serio que se explique de inmediato con claridad. ¡Me asombra, me asombra! Yo le tenia a usted por un hombre formal y juicioso y no parece sino que ahora, de repente, quiere usted hacer gala de incomprensibles extravagancias.
Cierto que el jefe me insinuó esta mañana una posible explicación de su falta __ se refería al cobro que se le encomendó a usted hace poco __, mas yo casi empeñe mi palabra de honor de que esta explicación no venía al caso.
Pero ahora, ante esta incomprensible testarudez, no me quedan ya ganas de seguir interesándome por usted. Además su puesto no es de por si el más seguro.
Mi intención era decirle a usted todo esto a solas, pero, como usted tiene a bien haberme perder inútilmente el tiempo, no veo ya por qué no habrían de enterarse también sus señores padres.
En estos últimos tiempos su trabajo ha dejado bastante que desea, cierto que no es esta la época más propicia para los negocios, nosotros mismos lo reconocemos.
Pero, señor Samsa, no hay época, no debe haberla, en que los negocios estén completamente detenidos.
__ señor principal __ grito Gregorio fuera de si, olvidándose en su excitación de todo lo demás __.
Voy de inmediato, voy al instante. Una ligera disposición, un desvanecimiento, me impido levantarme.
Estoy todavía acostado. Pero ya me siento completamente despejado ya mismo me levanto. ¡Un momento de paciencia! A un no me encuentro también como creía. Pero ya estoy mejor. ¡No se comprende como le puede sucederá uno estas cosas! Ayer tarde me sentía tan bien.
Si mis padres lo saben. Mejor dicho, ya ayer tuve una especie de presentimiento. ¿Cómo no me lo notaron? Y ¿Por qué no lo diría yo en el almacén? Pero siempre cree uno que no podrá pasar la enfermedad sin necesidad de quedarse en casa junto ¡señor principal, tenga consideración con mis padres!
No hay motivo para todos los reproches que me hace usted ahora: nunca me han dicho nada de esto. Sin duda, no ha visto usted los últimos pedidos que he remetido. Por lo demás, saldré en el tren de las ocho.
Este par de horas me han dado fuerzas. No se detenga más señor principal. En seguido voy al almacén. ¡Sea tan amable de explicar allí esto, así como que presente mis respetos al jefe!
Y mientras profería atropelladamente este discurso, sin casi deber lo que decía, Gregorio, gracias a la soltura ya adquirida en la cama, se aproximó fácilmente al velador e intentó erguirse apoyándose en el.
Quería en efecto abrir la puerta, dejarse ver, hablar con el principal; sentía curiosidad por saber lo que diría cuando lo viese los que tanta ansia lo llamaban.
Si se asustaban, Gregorio se encontrara desligado de toda responsabilidad no tenia porque temer. Si por el contrario, se quedaban tan tranquilos tampoco la tenía porque excitarse y podía, dándose prisa, estar realmente a las ocho en la estación. Varias veces resbaló sobre las lisas paredes del velador, pero, al fin, un último brinco le puso de pie. A pesar de su ardor, no se preocupaba de sus dolores en el vientre.
Se dejo caer sobre el respaldo de una silla cercana, a cuyos bordes se agarro fuertemente con sus patitas.
Logro a la ves cobrar el dominio de si mismo y cayo, para escuchar lo que decía el principal.
__ ¿han entendido ustedes una sola palabra?
__ preguntaba este a los padres__. ¿No será que se esta burlando de nosotros?
__ ¡por amor de Dios! __exclamo la madre, llorando __.
Tal vez se siente muy mal y nosotros lo estamos mortificando __y luego llamo __: ¡Greta! ¡Greta!
Que madre contesto la hermana desde el otro lado de las habitaciones Gregorio, a través de la cual se comunicaban.
Tienes que ir en seguida a buscar al medico, Gregorio esta mal. Ve corriendo has oído como hablaba ahora Gregorio.
Es una la vos de animal dijo el principal, que hablaba en un tono extraordinariamente bajo, comparado con la gritería de la madre.
Ana, Ana llamó el padre, volviéndose hacia la cocina a través de la antesala y dando palmadas.
Vaya inmediatamente a buscar a un cerrajera. Ya se sentía por la entrada el rumor de las faldas de las dos muchachas que salían corriendo.
Como abrir bruscamente la puerta de calle. Peto no se percibió ningún portazo. Debieron de dejar la puerta abierta, como suele suceder en las casas en donde ha ocurrido una gran desgracia
Gregorio se hallaba y mucho mas tranquilo, cierto que sus palabras resultaban ininteligibles, aunque a el le parecían muy claras, mas claras que antes, sin duda porque se le iba acostumbrando el oído.
Pero evidentemente ya se habían dado cuenta los demás de que algo insólito le sucedía y se disponían a acudir en su ayuda. La adhesión y firmeza con que fueron tomadas las primeras disposiciones le aliviaron.
Se sintió d enuevo incluido entre los seres humanos, y espero d elos dos, del medico y del cerrajero, sin distinguirlos en realidad, acciones estañas y maravillosas.
Y a fin de poder intervenir con la mayor lucidez posible en las conversaciones decisivas que se avecinaban, lanzó un ligero carraspeo, forzándose a hacerlo muy ahogadamente por temor a que también este ruido sonase a algo que no fuese una tos humana, cosa que y ano tenia seguridad de poder distinguir.
Mientras tanto en la habitación contigua reinaba un profundo silencio. Tal vez los padres, sentados junto a la mesa con el principal, cuchicheaban con éste. Tal vez estaban todos pegados a la puerta escuchado.
Gregorio se deslizo lentamente hacia la puerta tomando d ella silla, la soto allí y se arrojo contra la puerta, sosteniéndose de ella erguido los lóbulos de sus patas tenían una especie de viscoso pegamento__ descansando así un rato del esfuerzo realizado.
Luego intento con la boca hacer girar la llave dentro de la cerradura. Por desgracia, no parecía tener lo que propiamente llamamos diente.
¿Con que iba entonces a coger las llaves? Pero, en cambio, sus mandíbulas eran muy fuertes y, sirviéndose de ellas, pudo poner la llave en movimiento, sin repara en le daño que de seguro se hacia, pues un liquido café le salió de la boca, resbalando por la llave y goteando hasta el suelo.
__Escuchen usted __dijo el principal en el cuarto inmediato __, esta dando vueltas la llave.
Estas palabras alentaron mucho a Gregorio. Pero todos, el padre, la madre, debían haberle gritado: Adelante, Gregorio. Si, debían haberle gritado: Siempre adelante duro con la cerradura. E imaginando. Y a medida que esta giraba en la cerradura, el se sostenía meciéndose en el aire, colgado por la boca, y, conforme era necesario, se agarraba a la llave o la empujaba hacia abajo con todo el peso de su cuerpo.
El sonido mas claro de la cerradura, cediendo por fin, le volvió completamente en si. Bueno se dijo con su suspiro de alivio pues no he necesitado del cerrajero, y luego apoyo la cabeza en el pesillo para acabar de abrir la puerta.
Este modo de abrir fue causa de que, a pesar de la amplia entrada, todavía no se le viese. Tuyo primero que girar despacio contra una de las hojas de la puerta, con guana cuidado par ano caerse bruscamente de espaldas en el umbral.
Y aún estaba ocupado en llevar a cabo tan difícil movimiento, sin tiempo para pensar en otra cosa, cuando sintió un oh del principal, que sonó como suena el mugido del viento, y vio a este señor, el mas inmediato a la aeta, taparse la boca abierta con la mano y retroceder poco a poco, como impulsado mecánicamente por una fuerza invisible.
La madre que, pese a la presencia del principal, estaba allí aun sin peinarse, con el pelo enredado en lo alto del cráneo, miro primero al padre y juntando las manos, avanzó luego dos paso hacia Gregorio, y se desplomó por fin, en medio de sus faldas esparcidas en torno suyo, con el rostro oculto en las profundidades del pecho.
El padre, con expresión hostil, apuñó la mano cual si quisiera empujar a Gregorio hacia el interior d ella habitación, luego se volvió, saliendo con paso inseguro al vestíbulo y, cubriéndose los ojos con las manos, rompió a llorar da tal modo, que se sacudía su robusto pecho.
Gregorio, entonces, no penetró en la habitación, permanencia apoyando en la hoja cerrada de la puerta, de modo que solo presentaba la mitad superior del cuerpo, con la cabeza inclinada de medio lado, observando a los otros.
Entre tanto había ido clareando, y en la acera opuesta se recortaba nítido un trozo del enorme y negruzco edificio de enfrente__ era un hospital__, cuya monótona fachada rompían simétricas ventanas. La lluvia no había cesado, pero caía ya en goterones aislados, que se veían llegar separadamente al suelo.
Sobre la mesa había excesiva cantidad e utensilios adema as del servicio del desayuno, pues para el padre era esta la comida principal del día, que gustaba prolongar durante horas con la lectura de variados periódicos.
En la pared delante de Gregorio colgaba un retrato de este, hecho durante su servicio militar, y que lo representaba con uniforme de teniente, la mano puesta en la espalda, sonriendo despreocupadamente, común aire que aparecía exigir respeto par su indumentaria y su actitud.
Esa habitación daba al recibo, la puerta que daba al vestíbulo estaba abierta y por ella podían verse la puerta principal también abierta, el rellano d ella escalar ay el comienzo descendente de está. Bueno dijo Gregorio, muy convencido de ser el único que había conservado la serenidad__.
Bueno, me visto en el acto, recojo el muestrario y salgo de viaje. ¿Me permitirán ustedes que salga de viaje, verdad? Pues señor principal, ya ve que no soy testarudo y que trabajo con gusto.
CONCLUSION
La metamorfosis es una historia fantástica tratada con un estilo que la vuelve rigurosamente real para el lector: el de Franz Kafka, escritor genial, capaz de imaginar nuevos mundos, a más del conocido, para permitirnos constatar que las posibilidades de la imaginación son absolutas.
Bibliografía
Kafka, F. (2008). La Metamorfosis. Quito: Antares.
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